Este escrito cuenta la historia de Roberto, un hombre muy exitoso, profesional intachable y padre sin igual.
Roberto tenia dos pequeños: Manuel y Sofía, unos niños como todos, traviesos y juguetones; pero con un corazón más inmenso que sus cuerpecitos.
La madre de Roberto había muerto hacía más de diez años y su padre, Don José, era ya un anciano, que vivía en una pequeña casa de madera, allá en el campo, en el mismo lugar donde había vivido toda su vida y donde también habia nacido Roberto. Don José tenía lo "achaques" de la edad; olvidaba los nombres de sus nietos,confundía las palabras, no entendía de modernidad y hablaba, muchas veces, cosas sin sentido; pero algo que nunca olvidaba y para lo que siempre tenia buen juicio, era para brindarle amor a su familia.
Una vez llegó una gran crecida para el río del pequeño campo donde vivía Don José; tanto que acabó su humilde casita.
Don José, con un poco de vergüenza , llegó a casa de su hijo en busca de refugio...
- Hola papá, ! que raro tu por acá! , ya viniste a visitarnos el mes pasado.
- Hijo, lo he perdido todo, hubo una crecida y el río se llevó todo consigo, Crees que puedas acomodarme en un lugarcito de tu casa?
- Ah... si, claro papá...
- No te preocupes hijo, no molestaré...
Roberto guardó silencio un instante y luego...
- Bueno, la casa es grande papá, pero todas las habitaciones están ocupadas; Sofía ocupa su cuarto, Manuelito también, el mío obviamente está ocupado y la señora que realiza los quehaceres a veces duerme acá y no puedo ocupar su habitación, y la habitación de huepedes...., sabes que mi jefe viene a veces a las paridas de pocker y como te imaginarás tengo que tenerle esa habitación impecable, pero... creo que podemos hacer algo...
Entonces Roberto llevó a su padre a la pequeña habitación que había construído al fondo de su patio y le dijo:
- Papá, te puedes quedar aquí, está un poco desordenada, pero mandaré a que te hagan un lugarcito y ves la colcha que está al final, puedes tomar un pedazo y usarlo para dormir, hasta que tenga tiempo de ir a la tienda a comprar un colchón, sabes que soy un hombre ocupado.
Don José se sintió un poco acongojado por la actitud de Roberto, pero olvidó ésto de inmediato; al fin y alcabo estaría al lado de su hijo y eso le haría feliz.
Y así pasó Don José todo un mes, pero el cariño de sus nietos le hacía olvidar todo, poder contarles sus largas anéctotas, era un privilegio para él.
Un día sentado a la mesa con toda la familia, sus nietos le dijeron:
- Abuelito !Felíz Día del Padre!, mira tenemos un ebsequi para tí.
Al abrielo, Don José miró el pequeño dibujo de su pipa que habían hecho sus nietos y se sintió emcionado.
Roberto como había de esperarse lo había olvidado y se disculpó diciendo que tenía muchos proyectos en su oficina.
Entonces los niños dijeron:
- Papá, también tenemos un regalo para tí, con mucho amor, y le dieron una caja pintada de múltiples colores.
- Hijos, Y ésta caja?, está un poco pesadita, Qué es?
Cuando Roberto abrió la caja había un pedazo de colcha...
- Hijitos, Para qué querría yo un pedazo de colcha?
- Papá, es la otra mitad de la colcha que le diste al abuelo, así cuando seamos grandes y vayas a nuestras casas, ya tengas donde dormir; y la cajita es para que la guardes, así no tendras que guardarla en na bolsa como lo hace el abuelito todas las mañanas. Ves, que es el mejor regalo; pensamos en lo mejor para el mejor papá igual, como tu piensas en lo mejor para el abuelito.