Me duelen los pies de tanto andar por mis sueños y me arden los ojos de luchar con la luz mañanera.
Despues de unos minutos logros desentumar mi columna vertebral y dejo correr el agua por mi cuerpo para afianzar que es un nuevo día, ¡y sí que fue nuevo para mí!.
Realizo unos cuantos deberes para ganarme una sonrisa del ser que me permitió estar aquí y poder escribirles a ustedes. Luego disfrazo mi cuerpo con revestimientos de algodón y lycra, tomo mi bicicleta y en la puerta me espera impacientemente Romeo; tras un momento de discusión sobre sobre la ruta de este domingo, decidimos Moca, y emprendimos nuestro ritual de pedalear hasta el objetivo.
De regreso de nuestra aventura decido quedarme un rato en casa de tía, mientras Romeo continúa en su carrosa de dos ruedas hasta su palacio.
Entro y saludo:
- ¡Hey Julio, dime! , ¿Y Aida? –Pregunto
- Cruzó a l Frente acomprar unos plátanos – Responde
Tomo mi bicicleta y decido emprender la búsqueda de mi tía..., luego de unos cuantos pedalazos y saludar algunos transeúntes solo por cortesía; observo aquel despliegue de arte y mis pies ni podían moverse, me fricé y desde la calle contemplé como el pincel acariciaba el lienzo y el lienzo enamoraba a la mujer que se atrevía a plasmar su fuerza y pasión sobre él. Era un triálogo y solo ellos conocían y comprendían su lenguaje.
La mujer entraba y salía de vez en cuando y yo seguía cual estatua, sin moverse, estaba como hipnotizada al ver aquello.
Miré hacia atrás y ví aquel hombre, un poco mayor, de pelo largo y grisáseo, un hippie a mi entender; caminaba hacia mí...
- ¿Parece que le gusta pintar? –me pregunta
- No, creo que eso no se hizo para mí, nisiquiera las florecitas en los cuadernos me quedan bien. – Contesto
-¿Tiene tiempo observando?
- Un poco, la verdad es que me gusta ver a los demás expresar su arte y más si es una maestra como bede ser esa mujer, porque mírela ¡es una dura!.
- ¡Ja! Maestra... maestro Yoryi Morel, con el carboncillo hacía maravillas y luego con el óleo, el oficio de pintor.
-¿La Conoce? –Pregunto -¿Conoce a esa mujer?.
-Se llama Ylonka.
En ese momento estaba tan adentrada en aquella pintura y en quien la estaba concibiendo, que un nombre no muy impactante y poco particular, me pareció perfecto para completar el sortilegio que envolvía a aquella mujer, el lienzo y el pincel.
Este humilde escrito nació de aquel lienzo, aquel pincel y por supuesto la artísta... Ylonka Morel
Despues de unos minutos logros desentumar mi columna vertebral y dejo correr el agua por mi cuerpo para afianzar que es un nuevo día, ¡y sí que fue nuevo para mí!.
Realizo unos cuantos deberes para ganarme una sonrisa del ser que me permitió estar aquí y poder escribirles a ustedes. Luego disfrazo mi cuerpo con revestimientos de algodón y lycra, tomo mi bicicleta y en la puerta me espera impacientemente Romeo; tras un momento de discusión sobre sobre la ruta de este domingo, decidimos Moca, y emprendimos nuestro ritual de pedalear hasta el objetivo.
De regreso de nuestra aventura decido quedarme un rato en casa de tía, mientras Romeo continúa en su carrosa de dos ruedas hasta su palacio.
Entro y saludo:
- ¡Hey Julio, dime! , ¿Y Aida? –Pregunto
- Cruzó a l Frente acomprar unos plátanos – Responde
Tomo mi bicicleta y decido emprender la búsqueda de mi tía..., luego de unos cuantos pedalazos y saludar algunos transeúntes solo por cortesía; observo aquel despliegue de arte y mis pies ni podían moverse, me fricé y desde la calle contemplé como el pincel acariciaba el lienzo y el lienzo enamoraba a la mujer que se atrevía a plasmar su fuerza y pasión sobre él. Era un triálogo y solo ellos conocían y comprendían su lenguaje.
La mujer entraba y salía de vez en cuando y yo seguía cual estatua, sin moverse, estaba como hipnotizada al ver aquello.
Miré hacia atrás y ví aquel hombre, un poco mayor, de pelo largo y grisáseo, un hippie a mi entender; caminaba hacia mí...
- ¿Parece que le gusta pintar? –me pregunta
- No, creo que eso no se hizo para mí, nisiquiera las florecitas en los cuadernos me quedan bien. – Contesto
-¿Tiene tiempo observando?
- Un poco, la verdad es que me gusta ver a los demás expresar su arte y más si es una maestra como bede ser esa mujer, porque mírela ¡es una dura!.
- ¡Ja! Maestra... maestro Yoryi Morel, con el carboncillo hacía maravillas y luego con el óleo, el oficio de pintor.
-¿La Conoce? –Pregunto -¿Conoce a esa mujer?.
-Se llama Ylonka.
En ese momento estaba tan adentrada en aquella pintura y en quien la estaba concibiendo, que un nombre no muy impactante y poco particular, me pareció perfecto para completar el sortilegio que envolvía a aquella mujer, el lienzo y el pincel.
Este humilde escrito nació de aquel lienzo, aquel pincel y por supuesto la artísta... Ylonka Morel